En un contexto de controversia y protestas sociales, la Biblioteca Millar de la Universidad Estatal de Portland ha sido el epicentro de una ocupación que ha despertado atención y preocupación. Los manifestantes pro palestinos, que se apoderaron de este espacio el lunes, han dejado una clara huella de su presencia a través de daños y barricadas.
PORTLAND, Oregon — El miércoles por la tarde, los rastros de la ocupación seguían visibles, evidenciando un ambiente tenso y cargado de tensiones políticas. La biblioteca, que normalmente es un espacio de estudio y reflexión, se ha transformado en un escenario de confrontación, donde se combinan la lucha por la visibilidad de causas sociales con el respeto por las infraestructuras públicas.
Los manifestantes, al entrar a la biblioteca, no sólo reclamaron atención a través de sus voces, sino que también establecieron medidas físicas para limitar el acceso. Vandalismo y uso de muebles como barricadas son algunos de los métodos que han empleado para hacer notar sus demandas.
Entre los carteles y barricadas levantadas en la entrada principal, se han evidenciado una serie de actos de vandalismo, reflejando la desesperación de los manifestantes. Hasta el miércoles por la tarde, todavía se observaban carteles y barricadas que limitaban el acceso a la biblioteca, una medida que refuerza su determinación de permanecer en el lugar a pesar de las súplicas de la administración universitaria por desocupar el edificio.
La presidenta del PSU, Ann Cudd, declaró el miércoles por la noche que había negociado un acuerdo con algunos de los representantes de los manifestantes dentro de la biblioteca. Según sus palabras, aproximadamente 50 estudiantes aceptaron el trato y abandonaron la biblioteca; sin embargo, algunos manifestantes no estudiantes permanecieron, lo que ha generado tensión en el entorno institucional.
Las descripciones de los daños son alarmantes; un comunicado de prensa de la Oficina de Policía de Portland informó sobre“daños graves” a la biblioteca y salidas bloqueadas que generan preocupación por la seguridad. La policía ha advertido a los ocupantes que mantengan despejadas las salidas y eviten daños adicionales a la infraestructura de seguridad.
El comunicado tampoco dudó en calificarlas de “acciones ilegales”, recordando que quienes decidan permanecer en la biblioteca corren el riesgo de ser arrestados. A pesar de estas advertencias, las imágenes capturadas del interior de la biblioteca muestran daños visibles, como vidrios rotos y graffiti en paredes, lo que plantea serias preguntas sobre la gestión de la situación por parte de las autoridades.
En otras áreas de la biblioteca, los manifestantes han apilado mesas y sillas contra las puertas del edificio, limitando aún más el acceso. Un testimonio refleja una realidad ambigua, donde un manifestante señaló que algunos de los daños fueron perpetrados por un grupo no asociado a ellos, que comenzó a causar altercados una vez iniciada su ocupación.
En contraste, la administración de PSU sigue buscando una resolución pacífica, con la esperanza de que se pueda restablecer un entorno de aprendizaje y diálogo. Las clases han sido canceladas y el campus permanece cerrado, lo que subraya la seriedad de la situación para la comunidad estudiantil.
En conclusión, la ocupación de la biblioteca del PSU es un microcosmos de conflictos más amplios que se viven en la sociedad actual. La tensión entre la libertad de expresión y el respeto por las instituciones públicas plantea importantes preguntas sobre el futuro del diálogo político y social en espacios que deberían ser sagrados para el aprendizaje y la reflexión. 😔